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Etiqueta: relato

El bar de la Susy (Capítulo 2)

-¿Por que vienes a mi bar? -me preguntó una vez la Susy – aqui no hay nada que a ti te pueda interesar.

Mis bebidas son las mismas que en cualquier otro bar. Incluso hay muchas de garrafón, las tapas se pegan dos o tres dias encima de la barra, sin meterlas a la nevera. La barra, dicho sea de paso, la limpio una vez al dia, como mucho. Hay cucarachas por los rincones. El váter no funciona, huele mal, No he pintado desde hace años, la tele es un desastre, que no se oye, y casi no se ve. La gente que viene aqui, es muy distinta a ti.

Pongo música con la que bailaban tus abuelos, las mesas están destrozadas, y la fórmica de las sillas, está levantada, y a veces rompe los pantalones de la gente. No vienen mujeres casi nunca. Mis precios son abusivos, en vista a lo que ofrezco. No he pasado un control de sanidad desde hace años, entre otras cosas porque los inspectores no son capaces de encontrar el sitio.

El horario del bar, no es el mas indicado para ti. Tienes decenas de bares cerca de aqui, que te ofrecen servicios mucho mejores que los mios en todos los aspectos. Y desde luego no puedes decir que vienes por mi, a ver mi “cuerpo serrano”

Me quedé mirando su cara, sonriente, mostrando sus dientes ennegrecidos, sus labios sobradamente pintados, su escote, balcón de unos arrugados y castigados pechos. Su mirada miope, aunque no lo reconozca, sus manos callosas, y desgastadas, sus uñas rotas. Y solo acerté a decirle:

-¿Y te parece poco?, mientras le besaba el dorso de su mano, cerca del anillo que un parroquiano le dejó en prenda por una botella de vino rancio, y un “refriegue” en el almacén.- ¿Donde puedo encontrar todo esto junto?.

Ella sonrió, me puso un vaso de mi vino preferido,(ella y yo sabemos que no es un Rioja de crianza, pero jugamos a que nos lo creemos), y me dijo:

-Esta la pago yo, pero como lo digas a los demás, no te dejaré entrar mas.

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El bar de la Susy (Capítulo 1)

El bar de la Susy, es un antiguo tugurio que se encuentra perdido entre las calles de mi barrio. Es muy posible que si no te lleva nadie, no sepas encontrarlo. Por eso la susy es tan agradecida con su clientela, porque siempre somos los mismos, y no hay sorpresas entre los “feligreses”.

 

A la susy (que en realidad se llama Francisca como su madre), le pasó el bar un holandés que habia venido a España en la epoca del extraperlo, a hacerse rico, y lo usaba como almacen clandestino de azucar y aceite sobre todo. Cuando se hizo con un fardo de billetes, y se aseguró un retiro en su pais volvió. La pena fué que a los 5 dias de haber llegado a su casa, un perro rabioso le mordió en los testículos, y no pudo superar el tratamiento, y falleció entre dolores horrorosos.

 

La susy tenia 22 años cuando se hizo cargo del bar. Puso una barra de marmol, unas mesas de fórmica con sus sillas, y un futbolin en el rincón , y le compró una partida de botellas a un amigo de su padre. Con eso empezó a funcionar. En los ultimos 50 años sólo ha hecho dos reformas, una para cambiar el baño que se cargó un falangista cuando murió Franco, y la tele en blanco y negro, que puso para ver las corridas de toros de Antonio Bienvenida.

 

Esa tele aguanta, aunque ya no tiene sonido, y por las esquinas se ve todo negro, solo la imagen del centro es algo nítida.

 

Pero eso a los parroquianos de su bar no nos importa. Solo Ramón, se enfada y le arrea con sus muletas para intentar equilibrar el color.

 

A mi me gusta bajar a su bar por las noches, porque alli todos los que vamos nos respetamos, y puedo sentarme en una de sus sillas ante la mesa, y escribir alli mis cosas, mientras escucho alguna vieja cinta de Rafael Farina, o de Jorge Negrete, en su viejo radiocassette que le dejó un novio que nunca mas volvió. A veces la Susy aun llora amargamente y en silencio por él.

 

La Susy nunca abre antes de las 6 de la tarde, y cierra a las 6 de la mañana, todos los dias del año, salvo uno. Por las mañanas duerme, y por las tardes se va al cementerio a ponerle flores y a lavar la tumba de sus padres y de su hermano Ramiro, que murió en el frente cuando solo tenia 19 años. En realidad su hermano no está entrerrado alli, porque su cuerpo no fué encontrado jamás, pero la Susy le pagó con su dinero una lápida junto a la de sus padres.

 

Antes , hace muchos años, el bar se llenaba por las noches cuando habia combates de boxeo, y la gente animaba como podía a Urtain, Legrá, Carrasco, Evangelista o Perico Fernández. Luego dejaron de emitirlos y la Susy lo notó.

 

Ahora solo bajamos los de siempre y a veces jugamos a adivinar lo que dice la tele. El otro dia cuando bajé estaba la Susy en la barra con su vestido negro, el de los martes, junto a Ramón, Benito y el Floren. Miraban a la tele mientras sacaban sus conclusiones:

 

-Ese me parece que es el torero ese que se metió a Guardia Civil y se casó con la cupletista

-Pero que dices Floren, ese que tu dices murió hace dos años de un accidente de avion

-Yo creo que es el que se casó con la Karina.

-Y el que lo presenta, ¿no es el hijo de ese que presentaba el 1, 2 , 3?. Porque se parece

-Pues ahora que lo dices….

-Fijate lo bien vestidos que van esos tres, seguro que son importantes.

-Yo los he visto en algun telediario o algo asi.

-Ramón dale con la muleta , que se está oscureciendo .

 

Pum, pum

 

Ninguno tenía razón, claro, yo sabía quienes eran. Pero eso a ellos no les iba a solucionar nada, y a mi me convenía que siguiesen asi, para poder escribir esto. Siguieron asi hasta bien pasadas las dos de la mañana. Luego comenzaron a contarse sus cosas, la Susy, seguía poniendonos “solysombras”, y los dejé cuando empezaba a amanecer.

 

Recordé que era curioso que el nombre de ese programa fuese el mismo que el del bar de la Susy. El nombre que le habia puesto el holandés. Y recordé que cualquiera de las historias que yo había escuchado en el bar de la Susy tenía mas mérito y mas humanidad que cualquiera que contasen por la tele. Y recordé tambien que no habia felicitado a la Susy, y mañana no abriría, era su cumpleaños.

 

Y mientras volvía a casa pensaba a donde iría la Susy el día que no abría el bar.

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Tierra, sudor y madera quemada

El primer recuerdo de mi padre es del olor que desprendía. Incluso antes de que viniese a mi habitación a cogerme entre sus fuertes brazos, yo ya notaba su presencia por un fuerte olor que me llegaba desde el pasillo y que atravesaba la puerta. Era una mezcla de tierra, sudor y madera quemada. Y nunca he vuelto a percibir algo parecido.

 

Cuando, ya pasados unos años, iba a casa de mis amigos,  y llegaban sus padres a casa, también era capaz de reconocer su presencia por el olor, pero ninguno era como el de mi padre. Había matices que los hacía únicos. Yo solo sabía que el mío iba a la mina de la Mediana, y que llegaba agotado a casa día tras día. Mi madre no daba abasto a limpiar ropa y siempre había pantalones y camisas tendidas por la cocina y el pasillo de nuestra casa. A mi hermana y a mi nos venían bien esos tenderetes para nuestros juegos inventados. Solo en verano desaparecían de nuestra vista.

 

Alguna vez mi padre venía antes de tiempo y siempre lo hacía con el rostro ajado de llorar. Mi madre entonces lo abrazaba y le pedía que nos fuésemos de allí, que podríamos vivir más felices sin tanto riesgo, y mi padre decía que solo un poco más que apenas le quedaban unos años de sufrimiento y luego podrían ir más cerca de la costa, a una casita donde se viese el sol más a menudo. Pero nunca llegó ese momento.

 

La única casita cerca de la costa que yo visitaba, era la de mi abuela. Una vez al año cogíamos un autobús que nos dejaba en un cruce de caminos, y donde mi abuela nos esperaba con un gran carro al que nos subíamos. Durante un buen rato nos llevaba por complicados caminos llenos de piedras y baches que hacían más divertido el viaje para mi hermana y para mí. Un par de semanas después, hacíamos el recorrido al revés. Y comenzábamos a echar de menos la arena gris de la playa, las olas, los baños a deshoras y la fuerza del mar por las tarde.

 

La última vez que noté el olor de mi padre fue en casa de mi amigo Luis, llevábamos toda la tarde jugando en su casa, cuando noté el fuerte olor a tierra, sudor y madera quemada. Pero me llegaba turbio, como mezclado con algo más. Oí que alguien hablaba fuera y unos sollozos, me asomé y vi al padre de mi amigo con su sucia ropa encima, su cara negra y rota por las lágrimas:

-Lo tuve entre mis brazos durante más de una hora hablándole sin saber si me escuchaba, no lo quise soltar. Lo abrazaba una y otra vez.

 

Y entonces me vió, y rompió a llorar de nuevo. Jamás he vuelto a notar un olor como aquel que desprendía mi padre, a tierra, sudor y madera quemada

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Prestidigitador

Yo nunca había sido prestidigitador hasta que te conocí. Ahora hago magia con tus recuerdos, y hago desaparecer las penas. Juego con las cartas para sacar siempre parejas ganadoras y el final del espectáculo es hacerte aparecer sin que lo sepas

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Granos de arena

Yo creo que sería capaz de reconocer cada grano de arena que se quedó pegado a tu cuerpo aquella tarde en la playa. Y no porque los memorizase mirándolos, si no porque solo tendría que acercarme a olerlos y descubrir el aroma que dejaste en ellos. Y han pasado los años, pero seguirán allí, esperando a enredarse con tu piel. Y el que haya sido arrastrado al agua luchará frenéticamente por acercarse a la orilla por si apareces.

Yo creo que deberíamos volver aunque sea en invierno, solo por el placer de ver que ocurre cuando te vean aparecer.

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Usted no se da cuenta, señora

Ya imagino que usted no se da cuenta, señora, pero se lo voy a decir. Encandila. Es verla aparecer, y aunque sea para contar su día horroroso, enciende con su presencia las luces de todas las farolas de la calle. El otro día, sin ir más lejos, me dejó sin palabras cuando la vi llegar con su bolso marrón y su nuevo peinado. A pesar de que había mucha luz en aquel sitio donde quedamos, un par de bombillas explotaron cuando usted apareció. No nos dimos cuenta casi nadie, pero explotaron. Luego yo no puedo decir todo lo que arremolina a su paso porque me dice que exagero, y claro tengo que callarme aquello que me quema por dentro. Que curioso, señora, usted enciende todo lo que está a su alrededor, y yo tengo que quemarme porque no puedo gritarlo. Algo tendremos que hacer, señora.

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Ha vuelto a pasar, señora

Ha vuelto a pasar, señora. He despertado en mitad de la noche notando a la vez su calidez y su ausencia. Los sueños son muy traicioneros, y me traen sus recuerdos para despertarme inmediatamente y sentir la realidad. Y algo voy a tener que hacer, señora. O no duermo más en la vida, o se presenta en el momento que despierto. Lo primero lo veo improbable, lo segundo imposible. Pero por si acaso voy a dejar la puerta de mi casa entornada por las noches, que usted ya sabe donde vivo. No me despierte cuando vea que me agito, probablemente estaré amándola en sueños. Ya despertaré y continuaré soñando

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La primavera llegará igual que todos los años

La primavera llegará igual que todos los años, señora. Me despertaré una mañana y veré que huele a tierra recién mojada en el balcón y a romero en el armario del pasillo; que su camiseta de dormir lleva prendidas hojas de margarita y sus zapatillas arrastran briznas de hierba. El alféizar de la ventana será del color del almendro en flor y las persianas se habrán convertido en cortinas de lluvia. De la mesa de la cocina  florecerán las amapolas y del fregadero colgarán madreselvas. Pero el mejor indicativo, señora, de que ha llegado la primavera, será observar que de nuevo usted ha florecido.

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Vals nº 2 de Shostakovich

Te perdiste que bailásemos el Vals nº 2 de Shostakovich, te marchaste un poco antes de que la orquesta interpretase esa melodía. Me dijeron que ya estabas de camino a tu casa cuando te busqué para sacarte a la pista. No había rastro de tu vestido negro, ni de tus zapatos de tacón. No hay cosa más triste que escuchar esa pieza y soñar que te tengo cogida del talle y de la mano, y ver que estoy bailando con el pensamiento. Si hay una fiesta como esa, cerraré todas las puertas, despacharé a todos los bailarines y pediré a la orquesta que alargue el vals hasta que caigas rendida en mis brazos.

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Ustedes dirán lo que quieran

Ustedes dirán lo que quieran, pero yo voy a amarla. No me importa el tiempo, ni no tener la certeza de que algún día llegue a buen puerto mis intenciones, pero yo seguiré queriéndola. Porque no encuentro mejor antídoto para mi ánimo, ni mejor futuro para mi alma. Tener tan claro el objetivo me da alas para respirar.

Ustedes dirán que mira para otro lado, que ya no le importo, y seguramente tendrán razón, pero llegó un momento en mi vida que no me importan otras cosas que su presencia aunque sea solo evocadora.

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