
Compré la cajita que le gustó aquel sábado que nos olvidamos de quienes éramos para conocernos mejor. La he forrado por dentro con las frases que se nos cayeron delicadamente de los labios cuando los teníamos desocupados. Y la he cerrado con el lacre de las citas que no llegaron. Pero he dejado una puerta secreta abierta en el fondo, por si nos apetece escondernos de nuevo
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