Ni diez kilómetros de distancia nos separaban a Milo y a mí, y sin embargo era todo un mundo. Ella no podía decir que me amaba, yo estaba deseando gritarlo. La fuerza de su mirada fue la que me atrajo hasta su casa, y el deseo hizo el resto. Sin salir en dos días de su cuarto mal ventilado.Y al salir, las miradas. Dos mujeres jóvenes en una casa, murmullos, amenazas, delaciones
Ya solo quedaban cinco kilómetros, y notaba la tensión del reencuentro. Milo no sabía que iba a verla, pero imaginaba que estaría deseando besarme de nuevo, como si estrenásemos labios.
Dos kilómetros y el placer de compartir mi cuerpo con el suyo, en un lugar donde está prohibido. Pero ¿dónde están esas fronteras que delimitan el amor?.
Solo dos manzanas para ver su puerta, apenas veinte metros para notar su presencia, treinta pasos para abrazarla…. y en ese momento, fue como si diez mil miradas se posasen en mi camino y cientos de flechas se abalanzasen hacia nuestro encuentro. Y unos ojos que me ven desde una ventana, y una ventana que se cierra, y una espera que termina, y una lucha que he perdido. O acaso es más que una lucha, son dos vidas que se han roto.
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