Hermosa la mañana que amaneció gris. Paseamos por la playa, sin estorbos, hasta el agua estaba más tranquila y apenas hacían ruido las olas. Luego paramos en las rocas y nos sentamos a contemplar los barcos que salían del puerto.
En uno de los barcos las gaviotas revoloteaban como locas hasta que se perdió en el horizonte. No nos mirábamos, no hacía falta.
Te cogí de la mano y volvimos a nuestra cabaña. Terminamos de pintar la mañana, poniedo color en el cielo, y haciendo que las gaviotas se quedasen en la orilla, esperando el atardecer con la vuelta de los barcos.
Comentarios